Abstract
Los medios de comunicación proponen permanentemente agendas y marcos de interpretación a los públicos, a la vez que reflejan su contexto sociocultural. Esto se observa en los medios tradicionales y en los entornos comunicativos emergentes. Cada vez, los medios intentan mostrar de manera más notoria la participación de sus usuarios, en especial con sus huellas digitales, e incluso invitan a la co-producción y la co-creación (Scolari, 2009; Bonilla et al, 2012). Es decir, la relación medios de comunicación y públicos siempre ha sido intrincada, y esto, progresivamente, cobra más fuerza; allí las normativas estatales e internacionales tienen un rol esencial, si bien suelen estar a la zaga de las derivas de dicha relación (Castells, 2009). Es claro, pues, que hay una enorme responsabilidad por parte de los medios en la construcción de las agendas; responsabilidad que también les atañe a las autoridades que los regulan y a los ciudadanos que los usan.