Nostalgia de la conversación

Abstract
Toda la vida sólo escuchando. ¿A quién? A la autoridad en todas sus formas; las más burdas y las más sutiles. Luego, más tarde, sólo oír. Oír, no escuchar. Con órdenes estrictas a las neuronas para no almacenar la información oída. Con los músculos faciales entrenados para poner cara interesante, mientras la conciencia dormita. Luego resultó que es mucho peor hablar. Decir, decir, decir. Mover la lengua, los pulmones, las cuerdas vocales... Sentir la señal roja que se prende en el cerebro y advierte:" ¡Atención! ¡Exceso de estupideces!". Hablar de la realidad del mundo que desconozco; de la realidad de los libros que desconozco, de la realidad de los seres humanos que desconozco. Refugio en el silencio para disminuir el número de sandeces dichas por minuto.