Abstract
Narración del proceso del descubrimiento de las importantes pinturas prehistóricas halladas en 1879 en una cueva de Cantabria (al norte de España) llamada Altamira. Tal descubrimiento, por su elevado valor artístico y su perfección técnica no pudo ser aceptado que fuera cierto por la mayor parte de la comunidad científca del momento encabezada por Cartailhac, arqueólogo francés de gran influencia. El artículo narra todas las vicisitudes que tuvo que soportar su descubridor, Marcelino Sanz de Sautuola, que fue acusado de superchería y falsifcación de las pinturas. Falleció sin ver reconocido su hallazgo. Con posterioridad, el arqueólogo francés reconoció su error y visitó la cueva y la tumba del erudito español.