Abstract
En Loxoro (2012), Claudia Llosa explora el concepto de frontera en un nivel lingüístico, temporal y material, al llevar la narración a un territorio no demarcado físicamente, donde habitan las mujeres transexuales de Lima. Si es cierto que la frontera, además de ser un espacio que divide dos lugares, también es una herramienta de epistemologías hegemónicas que distinguen cualquier elemento definitorio de la identidad —el género, la lengua, entre otros—. Loxoro representa un cruce entre múltiples fronteras, donde la más difícil de atravesar es la del propio cuerpo. Sus protagonistas, mujeres transexuales, tienen una circulación restringida, ya que pueden ir y estar seguras solo en ciertos barrios y en ciertas horas. Existe un código no escrito en relación con las fronteras urbanas que las transexuales conocen bien, como cuerpos que, de acuerdo con Marjorie Garber (1997), producen ansiedad porque cuestionan la artificialidad binaria con la que se ordena el mundo. Así, se propone que Loxoro oscila entre dos niveles. En uno, muestra la violencia, la discriminación y los conflictos de un conjunto de mujeres transexuales en Lima mientras circulan por la ciudad; en el otro, empuja el espectador hacia un elevado nivel de reflexión sobre cómo funcionan el lenguaje y sus categorías: cómo solemos pensar y encasillar la realidad.