Abstract
Nuestra sociedad y nuestra economía se han sustentado durante la época industrial sobre el mito de que la tecnología nos permitía de manera progresiva dominar la naturaleza y ponerla a nuestro servicio. El desarrollismo, el crecimiento económico continuo ha sido la filosofía que ha movilizado izquierdas y derechas desde la revolución industrial. Las externalidades de nuestras actividades económicas, medioambientales y de otros tipos, no se han empezado a contabilizar hasta hace relativamente poco tiempo. Nuestro sistema económico y productivo, en nombre de llegar a la suficiencia productiva, se ha basado en tecnologías sobre las cuales no controlábamos la totalidad, a veces ni tan solo una pequeña parte de sus efectos. Para el funcionamiento del sistema, para no caer en la sobreproducción, se ha estimulado el consumo a niveles irracionales, convirtiendo el despilfarro en la cultura y en el hábito dominante.